"Si queremos dejar el pecado, rasguemos nuestro corazón como
David"
“Me arrepiento Señor” (SAL 51: 5-9)
David
le ha fallado a Dios y está ahora de rodillas arrepentido delante de
nuestro Dios. A medida que Él sana su corazón, las palabras que salen de
su boca son sinceras, de arrepentimiento, y le pide al Señor que lo
limpie, lo purifique y lo perdone. El arrepentimiento de David fue
genuino, verdadero, su corazón fue rasgado y su vida fue quebrantada.
Si queremos dejar el pecado, algo que le desagrada a Dios, entonces rasguemos nuestro corazón como
David; encerrémonos y hablemos con Dios, y si hemos de llorar,
hagámoslo. Y pidámosle al Señor con arrepentimiento genuino, que nos lo
limpie; así como lo hizo con David.
Pero
no más engaños, no más mentiras, no más odios; porque cuando uno se
arrepiente con actitud de corazón, para no seguir pecando, Dios nos
levanta. Es necesario arrepentirnos genuinamente, porque Dios nos quiere
perdonar de manera verdadera. No nacimos para ser harapos, astrosos de
la sociedad, sino príncipes del Rey de Reyes. ¡Para la Honra y Gloria de
Dios! ¡Amén!
Sal 51:5 He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.
Sal 51:6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Sal 51:7 Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Sal 51:8 Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.
Sal 51:9 Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.
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