“Optimista es aquél que sabe, por su propia vida, que siempre hay una nueva oportunidad”
“Salomón y la grieta por no amar la Palabra de Dios” (DEU 17: 18-20)
Estos
versículos de la Palabra tienen que ver con las instrucciones que Dios
dio acerca de un rey para su pueblo Israel. Dios dijo al pueblo que
cuando tuvieran un rey, un líder, un hombre que los condujera, él deberá
leer todos los días de su vida una copia de esta Ley y se deleitará en
leer la Palabra de Dios, para que guardare las palabras de esta Ley y
las ponga por obra y no se dañe su corazón ni se sienta superior a sus
hermanos, y su vida y su reinado será prolongado y prosperado.
Salomón se olvidó de la Palabra y no amó la Palabra de Dios y se produjo esta grieta en su vida; y como no
se deleitó en la Palabra, ni se quebrantó, ni tenía la Palabra en su
corazón, entonces su corazón era seco y dependía de las bendiciones pero
no del que le dio las bendiciones.
Un cristiano genuino, verdadero, ama la Palabra de Dios y se deleita ante la Palabra y tiembla ante la Palabra (SAL 119: 92, 93 y 97).
Si asistimos a la Iglesia, amemos la Palabra; deleitémonos escudriñando
la Palabra, a fin de conocerla y de tener revelación. Levantémonos en
victoria y amemos la Palabra de Dios, aprendámonos textos de la Biblia,
que se nos volverán dardos contra el enemigo. Porque al amar y
escudriñar la Palabra, las puertas estarán abiertas siempre a nuestro
favor, ¡Para la Honra y la Gloria de Dios! ¡Amén!
Deu 17:18 Y
cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí
en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de
los sacerdotes levitas;
Deu 17:19 y
lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que
aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de
esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra;
Deu 17:20 para
que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del
mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en
su reino, él y sus hijos, en medio de Israel.
Sal 119:97 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley, Todo el día es ella mi meditación.
Sal 119:92 Si tu ley no hubiese sido mi delicia, Ya en mi aflicción hubiera perecido.
Sal 119:93 Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, Porque con ellos me has vivificado.
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