sábado

El Amor Agape Es Perfecto

“El amor ágape es perfecto, no tiene errores, porque es la esencia misma de Dios”


“La vida de un leproso” (LEV 13: 45-46)

En el tiempo de Israel, quien tuviera lepra tenía una vida muy triste y avergonzante porque la enfermedad era incurable. Eran personas: con llagas, repugnantes, mal olientes, con hinchazones, mutilados, carcomidos progresivamente por la enfermedad. Producto de todo esto, la sociedad los rechazaba y quedaban separados de sus hijos, de sus esposos, aislados del pueblo, muertos familiar y socialmente. Excluidos del Tabernáculo de Reunión, del Templo del Culto a Dios, no podían llegar a ningún lugar de adoración, ni a las sinagogas, porque también la ley se los impedía.

Jesús sanaba leprosos (MAT 10:8). Cuando Jesús vio a un leproso que se postró delante de Él diciéndole “si quieres, puedes limpiarme”, Jesús le dijo: “quiero, sé limpio” y al instante fue sanado (MAT 8: 2 y 3). Quien vive en el pecado es como el leproso, alejado de Dios, no siente el gozo de Dios, la alegría de Dios, su vida es como era la del leproso: muy repugnante y solitaria.

La lepra tiene solución en Jesús, así como toda enfermedad y toda obra de maldad. Esté uno como esté: con incertidumbre, esclavo de las drogas; Dios nos quiere transformar, porque quiere vernos como un instrumento suyo. Dios nos reformará, nos cambiará y seremos testimonio para nuestras familias para la sociedad, Él nos libera de la lepra del pecado, del engaño de las obras del demonio, y nos aleja del mal. ¡Para Honra y Gloria Suya! ¡Amén!


Lev 13:45  Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡inmundo!
Lev 13:46  Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada.

Mat 10:8  Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
Mat 8:2  Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Mat 8:3  Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 

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